DANI SALAS, EL OJO DE LA MONTAÑA

Dani Salas.<br>Foto: cortesía de Dani Salas
Dani Salas.
Foto: cortesía de Dani Salas
Como se dice de los artistas, lo único importante es el punto de vista. Pero no solo vale para los que hunden las teclas o empapan el pincel, es algo tan presente en cualquier disciplina que viene, simplemente, a definir como afrontarás el camino. Y oye, eso es lo único importante. Daniel Salas Mirat lo sabe y, es más, lo aplica tanto cuando se pone detrás de la cámara como cuando escoge una montaña. Es el director de la productora Dokumalia, colofón (por ahora) de una carrera dentro del género documental que comenzaba en 1998, dentro de la vorágine logística de Al Filo de lo Imposible. Serían tres años de mitigar el frío, de escapar de las penurias y de soñar cada día.

En 2001, Dani se asociaría a Avista-multimedia, rodando excelentes piezas como Escaladoras, Búlder en la silla o País de Roca. Una etapa lúcida, de auténtico aprendizaje, que desembocaría en su película Carlos Soria y el K2, no solo una oda a la montaña de las montañas, también un homenaje al alpinista abulense, al decano del Himalaya, que le contagiaría irremediablemente la sed de ascender. En su compañía intentaría dos veces el Dome Kang, montaña irritantemente necesaria de gobernar, donde rodaría su trabajo más destacado: La montaña escondida.

Además la cámara no ha frenado a este monstruo de las cumbres, con aspecto de explorador testarudo, del mundo y del espíritu, al que le vale tanto subir un ochomil como bajar a las profundidades de la tierra por la boca de un volcán. ¿Esto suena a novela? Bueno, quizá es que algunos sepan como vivirlas…

Dani grabando a Carlos Soria en la C2 del K2.<br>Foto: cortesía de Dani Salas

Dani grabando a Carlos Soria en la C2 del K2.
Foto: cortesía de Dani Salas

"Muchos niños quieren ser cantantes cuando sean mayores, o bomberos, o barrenderos… Yo quería ser de la nueva generación de Al Filo de lo Imposible."

Esa barba de espartano recio que llevas, ¿es para asustar a la montaña?
No, ni mucho menos, es más bien para no asustar a la gente de lo que esconde, pues sin ella se me queda una cara de…. Bueno, que la llevo por que me gusta y por ser fiel a ese pasado hippie que casi acaba conmigo.

Alpinista, técnico de sonido, cámara, músico, productor.... Eres como un hombre del Renacimiento...
No hace mucho tiempo un amigo me comento, que hoy en día, si pretendías llegar a algún lado tenías que convertirte en un humanista de primera línea, pero no por principios, si no por necesidad.
A mí me gustó el planteamiento, (sonaba muy alternativo) y lo asimilé con facilidad, pero dejando de lado la necesidad, pues me di cuenta de que por fin tenía una definición para aquella enfermedad mía a la que yo siempre había llamado "dispersión mental"…

Quizá se te conozca más, fuera de los círculos alpinos, por tu labor como cámara y productor: ¿Cuánto se complica la montaña cuando tienes que pensar en filmar lo que sucede?
Creo que por deformación profesional uno siempre quiere rodar todo lo que sucede. Nunca es suficiente y siempre se te escapa algo… Cuando me pongo detrás de la cámara, me pierdo. Acabo agotado de subir, bajar y correr de un lado para otro sin pensar en que luego pasa factura, y creo que la única solución puede ser entrenar más (si el humanismo me deja tiempo), o que los "lolos" se apiaden de mi, pues soy incapaz de controlar mi ansia de grabarlo todo en busca del plano casi-perfecto.

Dani machete 'desafilado' en mano, internándose en La Caldera de Luba.<br>Foto: cortesía de Dani Salas

Dani machete 'desafilado' en mano, internándose en La Caldera de Luba.
Foto: cortesía de Dani Salas
En la montaña, para filmar: ¿improvisación o intensa planificación?
Suelo salir de casa con varios cuadernos, notas, hojas para minutar cada cinta que grabo y conceptos muy claros, ya bien sean escritos o en la cabeza, pero todo esto suele desaparece al tercer día de rodaje. Podría decir que el género documental es ingobernable y que se basa en el "¿y mañana que pasará?" pero también he de reconocer que me gusta trabajar según va surgiendo, improvisando a cada momento… En los años que trabajé junto a Pati Blasco me di cuenta de lo mucho que se facilitan las cosas con un buen guión.

Hablando ya de tu actividad alpina, ¿qué destacarías?
Sin duda destacaría la expedición científica de la Universidad Politécnica de Madrid a "La Caldera de Luba" que realicé junto con Ignacio Martín, profesor del departamento de zoología, el bombero Kiko Alonso, desde entonces uno de mis mejores amigos y la ingeniera forestal Ruth Fuentes, la chica de mis ojos a partir de ese momento.
Se trataba de descender alrededor de unos 1.200 m por el vertical cráter de un volcán ya extinguido y cubierto por la vegetación hasta llegar a su punto más bajo, para después de 5 kilómetros de recorrido por una espesa selva llegar hasta la salida del mismo desembocando en el mar.
Situado al sur de la isla de Bioko, en Guinea Ecuatorial, la gran caldera se convirtió en un auténtico reto de exploración por lugares que aún no habían sido pisados. Si a eso sumamos un grupo de militares persiguiéndonos, enfrentamientos entre la etnia Fang y los Bubis, acusados estos últimos de blanquicidio al no dar nosotros señales de vida, Driles inquietos tirándonos cosas desde los árboles, serpientes cuyo nombre sonaba a "no te muevas ni un milímetro", una mochila de 25 kg, lluvias torrenciales y un sólo machete desafilado, podemos decir que el factor aventura que envolvió esta actividad al más puro estilo Livingstone en busca de las fuentes del Nilo, me dejó marcado y condicionado para siempre.
 
Dani filmando en el CB de los Gasherbrums.<br>Foto: cortesía de Dani Salas
Dani filmando en el CB de los Gasherbrums.
Foto: cortesía de Dani Salas
¿Qué fue lo mejor de unirte, en el Annapurna, a Al Filo?
Lo mejor, sin duda, cumplir un sueño deseado. Muchos niños quieren ser cantantes cuando sean mayores, o bomberos, o barrenderos… Yo quería ser de la nueva generación de Al Filo de lo Imposible.
Con diecisiete años salíamos al monte mi colega Aitor y yo con una cámara de video 8 para después en casa mezclar esas imágenes con la música y las locuciones de los capítulos del Everest o el Torre. Imagínate, imágenes escalando en Gredos y una voz en off hablando sobre cómo afecta la altura a los 8.000 metros, de risa. Sebas Álvaro siempre nos decía: -¡Será posible! ¡Estos chavales! Se saben mejor mis guiones que yo mismo.
Conocer a Ferran Latorre y a Juanjo Garra fue también importante, conocerse a uno mismo ya fue la bomba.

Rodando y caminando, has conocido a algunos de los grandes alpinistas del país. Sin embargo a ti no te faltan condiciones ¿quizá esa labor multidisciplinar ha frenado algo tu actividad?
Echo de menos el disponer de más tiempo para poder entrenar y dedicarme única y exclusivamente a escalar y a subir montañas, y cierto es que a veces no puedo con todo al mismo tiempo.
Aún no conozco la fórmula, pero estoy seguro de que acabaré encontrándola, porque mi punto de origen es la montaña y con los años me he convertido en un fanático de las artes pero también en un vigoréxico de la montaña y la escalada.

De cuantos has conocido, ¿a quién destacarías?
Destacaría a Alpinistas como José Carlos Tamayo, o Ferran Latorre, no sólo por su faceta de polivalencia en la montaña, capaces de hacer una cumbre de ocho mil metros, una vía de alta dificultad en los Alpes o grados altos cuando se calzan los pie de gato, si no por el espíritu con el que la viven, de forma muy diferente uno del otro, pero de una manera muy auténtica. Dos generaciones diferentes que se vieron precedidas por otro crack de la montaña hecho de la misma pasta, Carlos Soria.

Salvador García Atance, el 'virus' del Dome Kang, sentado en la arista que separa Sikkim de Nepal.<br>Foto: cortesía de Dani Salas

Salvador García Atance, el 'virus' del Dome Kang, sentado en la arista que separa Sikkim de Nepal.
Foto: cortesía de Dani Salas
Sientes admiración por Carlos Soria, que yo lo sé. Háblame de él.
Carlos es un sinónimo de motivación, ya no hay excusa para no comerse el mundo… y además, un buen amigo. Yo personalmente he descubierto en él la fuerza que puede llegar a tener una persona motivada por un movimiento. Una cabeza con un rango dinámico de entre 20 y 70 años, y una persona única por sus facultades físicas.
Pienso que el mundo en general debería saber mucho más sobre personas como Carlos, lástima, en este sentido, que la escalada no sea un deporte de masas, pues debería ser un ejemplo a seguir por su generación y las venideras.

Para acabar, ahora vais al Dome Kang. ¿Qué tiene esa montaña?
Antes de nada, decir que el culpable de la fiebre Dome Kang que nos aqueja y que sólo se cura con su cumbre es de Salvador García-Atance, que en su búsqueda por escalar en lugares remotos, nos envenenó hace ya cuatro años con esta montaña, (cosa que es de agradecer).
Y no en busca del "karma" si no por el simple hecho de tener una dosis de aventura, y lo que es más importante: compartirlo con sus amigos y con Elena.
El Dome se encuentra a caballo entre las frontera de Nepal, Sikim, y Tíbet. Once kilómetros de glaciar guardan sus laderas, y espero sea la nueva musa del próximo documental que queremos rodar junto con la colaboración de Ignacio García Pinacho como productor y de nuevo llevada a cabo por Dokumalia, la productora de nueva creación que en este momento y no sin mucho esfuerzo estoy intentando levantar.
Esta vez queremos que la historia sea contada en primera persona por Carlos y por un joven de 21 años que aparece en la escena del himalayismo por primera vez, con intención de devorar la montaña: Miguel Bonet, director de una revista de arte y escalador empedernido será el nuevo protagonista de la película.
Dos puntos de vista muy diferentes pero con un mismo fin: la cumbre del Dome Kang.

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