Introducción
Ha llegado el invierno, y conteniendo la ansiedad, vamos poniendo a punto nuestro equipo invernal, afilando nuestros esquís, crampones y piolets. A su vez, vamos mentalizándonos de los peligros inherentes a la montaña durante la estación blanca.
De todos es sabido que uno de ellos, quizás el más grave, y sobre todo el más incontrolable, es el de las avalanchas.
Placas de viento, fuertes nevadas, cornisas amenazantes pueden ser factores que desencadenen el temido alud en el momento y lugar preciso en el que nos encontramos. Si tenemos conocimientos acerca de nivología y meteorología, tendremos más probabilidades de evitar ese momento y ese lugar. Si no, aumentaremos nuestra "cuota de participación" en el sorteo del alud y éste, sin lugar a discusiones, es un sorteo menos apetecible que el de la Lotería.
De todos es sabido que uno de ellos, quizás el más grave, y sobre todo el más incontrolable, es el de las avalanchas.
Placas de viento, fuertes nevadas, cornisas amenazantes pueden ser factores que desencadenen el temido alud en el momento y lugar preciso en el que nos encontramos. Si tenemos conocimientos acerca de nivología y meteorología, tendremos más probabilidades de evitar ese momento y ese lugar. Si no, aumentaremos nuestra "cuota de participación" en el sorteo del alud y éste, sin lugar a discusiones, es un sorteo menos apetecible que el de la Lotería.
POR QUÉ SE FORMAN Y TIPOS DE ALUDES
Evolución del manto nivoso (MN)
Desde el momento en que la nieve se deposita en el suelo, se producen unas transformaciones físicas en el manto nivoso relacionadas con las condiciones meteorológicas y con el relieve. Temperatura, insolación, viento precipitaciones, suelo rocoso o herboso, capa nieve anterior, son factores que van a producir una transformación del manto nivoso. Y esta transformación va a tender hacia una estabilidad o inestabilidad del propio manto.
Tenemos que tener presente que tales procesos no son simples y que casi siempre, por no decir siempre, se produce una combinación de procesos. Los cuatro principales procesos que van modificando esa nieve desde que cae hasta que desaparece en primavera o pasa a engordar un glaciar serían:
Transformaciones por Gradiente Térmico:
Tras las primeras nevadas, el suelo puede fundir la capa más próxima. El vapor de agua que se genera asciende hacia los niveles más superficiales, donde, en contacto con la atmósfera fría pude rehelarse. Como consecuencia se produce una capa más o menos fina de nieve helada que conocemos como nieve costra. El manto no se ha estabilizado, al contrario, y además progresar por este terreno se convierte en una auténtica incomodidad.
Transformaciones por Isotermia:
Si las condiciones atmosféricas y del propio manto son muy homogéneas el propio peso de la nieve produce un progresivo aplastamiento de manto nivoso. El manto va liberando el aire interno y va aumentando la densidad. Todo ello favorece la compactación y por tanto la estabilidad.
Transformaciones por hielo deshielo:
La secuencia continuada y prolongada de procesos poco intensos de helada y deshielo, contribuye igualmente a una compactación y estabilización del manto. Ahora bien, un deshielo repentino e intenso va a producir una inestabilidad que va a exigir fuertes fríos y ausencia de nevadas para devolver la situación de estabilidad.
Transformaciones por viento:
El viento es uno de los elementos más desestabilizadores del manto y uno de los factores principales de génesis de riesgo de avalanchas. Por un lado, modifica la regular distribución de la nieve tras las nevadas, arrastrándolas en algunas zonas y acumulándola peligrosamente en otras.
Desde el momento en que la nieve se deposita en el suelo, se producen unas transformaciones físicas en el manto nivoso relacionadas con las condiciones meteorológicas y con el relieve. Temperatura, insolación, viento precipitaciones, suelo rocoso o herboso, capa nieve anterior, son factores que van a producir una transformación del manto nivoso. Y esta transformación va a tender hacia una estabilidad o inestabilidad del propio manto.
Tenemos que tener presente que tales procesos no son simples y que casi siempre, por no decir siempre, se produce una combinación de procesos. Los cuatro principales procesos que van modificando esa nieve desde que cae hasta que desaparece en primavera o pasa a engordar un glaciar serían:
Transformaciones por Gradiente Térmico:
Tras las primeras nevadas, el suelo puede fundir la capa más próxima. El vapor de agua que se genera asciende hacia los niveles más superficiales, donde, en contacto con la atmósfera fría pude rehelarse. Como consecuencia se produce una capa más o menos fina de nieve helada que conocemos como nieve costra. El manto no se ha estabilizado, al contrario, y además progresar por este terreno se convierte en una auténtica incomodidad.
Transformaciones por Isotermia:
Si las condiciones atmosféricas y del propio manto son muy homogéneas el propio peso de la nieve produce un progresivo aplastamiento de manto nivoso. El manto va liberando el aire interno y va aumentando la densidad. Todo ello favorece la compactación y por tanto la estabilidad.
Transformaciones por hielo deshielo:
La secuencia continuada y prolongada de procesos poco intensos de helada y deshielo, contribuye igualmente a una compactación y estabilización del manto. Ahora bien, un deshielo repentino e intenso va a producir una inestabilidad que va a exigir fuertes fríos y ausencia de nevadas para devolver la situación de estabilidad.
Transformaciones por viento:
El viento es uno de los elementos más desestabilizadores del manto y uno de los factores principales de génesis de riesgo de avalanchas. Por un lado, modifica la regular distribución de la nieve tras las nevadas, arrastrándolas en algunas zonas y acumulándola peligrosamente en otras.
Por otro, el arrastre transforma los granos de nieve, los redondea y varía su capacidad de cohesión con respecto a las capas sobre las que se deposita. Acerca del papel que desempeña el viento volveremos a insistir al hablar de los tipos de avalancha.
TIPOS DE ALUDES
Habitualmente se reconocen tres tipos de avalancha, generadas a su vez por una combinación de factores. En realidad es difícil encajar una avalancha en un solo tipo. Normalmente tienen características de varios tipos aunque predomina uno de ellos. Por otro lado, establecer estos tipos nos ayudará a su comprensión.
Alud de nieve polvo:
Alud de nieve polvo:
Se suele producir tras fuertes nevadas. Se trata de nieve seca que forma un manto poco denso y que se desencadena por un ligero aumento de temperatura o por sobrecarga. Las laderas más propicias son las de pendientes fuertes. La nieve polvo es poco densa, con gran contenido de aire. Al rodar y aumentar de tamaño, libera esa masa de aire que produce una onda expansiva de efectos explosivos y muy destructivos. De hecho, este tipo de alud puede alcanzar una velocidad de 400 km/h. y devastar amplias zonas por las que pasa.
La nube de nieve pulverizada que se produce puede elevarse y extenderse hasta lugares sorprendentemente lejanos.
En nuestro entorno pirenaico y peninsular por suerte o desgracia no son frecuentes las grandes nevadas, comparables a las de los Alpes, Rocosas o Himalaya, y por tanto no son las más temibles.
Alud de fusión:
El alud de fusión se desencadena por un brusco aumento de temperatura por encima de los 0º C. Más frecuentes en primavera también pueden producirse en pleno invierno, y más en nuestro entorno pirenaico y peninsular, donde no son raros periodos de relativo calor. El agua fundida, baja hasta la base del manto o hasta una capa más endurecida y actúa de lubricante, favoreciendo su desencadenamiento. Por efecto de la fusión, la nieve es densa y pesada y su desplazamiento bastante lento. Frente a la explosividad de los aludes de nieve polvo los de fusión se asemejan a lentas coladas de barro o lava. Así, resulta más improbable que nos atrapen, pero si lo hacen, es difícil salir de él indemne. Suelen producirse en lugares habituales y por ello son más previsibles: corredores y barrancos de fuertes pendientes. Otra cuestión es que progresemos bajo alguna barrera rocosa, a la vista libre de nieve, pero sobre la que puede desembocar algún canal de avalancha. Cuando la capa de nieve afecta a todo al manto, arrancando incluso elementos del suelo, se suele hablar de avalancha de fondo
Alud de placa:
Hablamos de placa cuando sobre una superficie nevada se deposita otra capa de nieve con una estructura determinada pero no cohesionada sobre la capa subyacente. El principal agente generador de estas placas es el viento, que traslada la nieve y la deposita en determinadas zonas, por lo que solemos hablar indistintamente de avalancha de placa o de placa de viento. Sus dimensiones pueden ser muy variables.
La placa adquiere una rigidez y fragilidad tal, que cualquier esfuerzo (por ejemplo sobrecarga por el paso de un esquiador) sobre la placa se transmite a lo largo de la misma pudiendo, romperse por la zona de menor estabilidad, con frecuencia lejos del propio esquiador.
El gran peligro reside en que somos los propios alpinistas-esquiadores los que podemos provocarlas y, de hecho, provocan más del 70 % de los accidentes por avalancha. Aunque son muy imprevisibles, existen unos indicadores que nos advierten de ese riesgo latente. El principal indicador es la presencia de cornisas, formadas a su vez por el viento sobre una cresta.
La formación de pequeños ventisqueros en zonas de cambio de pendiente nos informa también sobre la acción del viento y, por ello, de la posible existencia de placas en la vertiente de sotavento. Otras señales de existencia de placas son la detección de capas de aire en el manto al clavar el bastón, el piolet o simplemente al pisar o la aparición de fuertes sonidos sordos.
La nube de nieve pulverizada que se produce puede elevarse y extenderse hasta lugares sorprendentemente lejanos.
En nuestro entorno pirenaico y peninsular por suerte o desgracia no son frecuentes las grandes nevadas, comparables a las de los Alpes, Rocosas o Himalaya, y por tanto no son las más temibles.
Alud de fusión:
El alud de fusión se desencadena por un brusco aumento de temperatura por encima de los 0º C. Más frecuentes en primavera también pueden producirse en pleno invierno, y más en nuestro entorno pirenaico y peninsular, donde no son raros periodos de relativo calor. El agua fundida, baja hasta la base del manto o hasta una capa más endurecida y actúa de lubricante, favoreciendo su desencadenamiento. Por efecto de la fusión, la nieve es densa y pesada y su desplazamiento bastante lento. Frente a la explosividad de los aludes de nieve polvo los de fusión se asemejan a lentas coladas de barro o lava. Así, resulta más improbable que nos atrapen, pero si lo hacen, es difícil salir de él indemne. Suelen producirse en lugares habituales y por ello son más previsibles: corredores y barrancos de fuertes pendientes. Otra cuestión es que progresemos bajo alguna barrera rocosa, a la vista libre de nieve, pero sobre la que puede desembocar algún canal de avalancha. Cuando la capa de nieve afecta a todo al manto, arrancando incluso elementos del suelo, se suele hablar de avalancha de fondo
Alud de placa:
Hablamos de placa cuando sobre una superficie nevada se deposita otra capa de nieve con una estructura determinada pero no cohesionada sobre la capa subyacente. El principal agente generador de estas placas es el viento, que traslada la nieve y la deposita en determinadas zonas, por lo que solemos hablar indistintamente de avalancha de placa o de placa de viento. Sus dimensiones pueden ser muy variables.
La placa adquiere una rigidez y fragilidad tal, que cualquier esfuerzo (por ejemplo sobrecarga por el paso de un esquiador) sobre la placa se transmite a lo largo de la misma pudiendo, romperse por la zona de menor estabilidad, con frecuencia lejos del propio esquiador.
El gran peligro reside en que somos los propios alpinistas-esquiadores los que podemos provocarlas y, de hecho, provocan más del 70 % de los accidentes por avalancha. Aunque son muy imprevisibles, existen unos indicadores que nos advierten de ese riesgo latente. El principal indicador es la presencia de cornisas, formadas a su vez por el viento sobre una cresta.
La formación de pequeños ventisqueros en zonas de cambio de pendiente nos informa también sobre la acción del viento y, por ello, de la posible existencia de placas en la vertiente de sotavento. Otras señales de existencia de placas son la detección de capas de aire en el manto al clavar el bastón, el piolet o simplemente al pisar o la aparición de fuertes sonidos sordos.
Muy interesante es realizar continuos sondeos con el bastón a la búsqueda de capas de diferentes densidades y cohesiones. En tal caso, detectaremos esas placas por la diferente fuerza de presión que debemos realizar para atravesar el manto con el bastón.
Por último, otro indicio puede ser cierta coloración mate que adquiere la superficie de las placas, respecto a la brillantez del resto del terreno nevado.
De todo lo dicho podemos ir deduciendo cuáles son los lugares en los que aventurarse durante determinados periodos significa un acaparamiento innecesario de cupones del citado "sorteo". Así, y de forma general, evitaremos en la medida de lo posibles corredores "coronados" por amenazantes cornisas, pendientes de entre 30-45º, vertientes de sotavento, laderas convexas, donde la tensión de la placa es mayor, palas homogéneas y amplias, laderas muy soleadas y salidas de conos de avalancha. Por el contrario, progresaremos preferentemente por aristas y lomas (siempre que no provoquemos la ruptura de posibles cornisas), vertientes venteadas, laderas de relieve ondulado, palas con presencia de grandes rocas y bosques maduros.
Por último, otro indicio puede ser cierta coloración mate que adquiere la superficie de las placas, respecto a la brillantez del resto del terreno nevado.
De todo lo dicho podemos ir deduciendo cuáles son los lugares en los que aventurarse durante determinados periodos significa un acaparamiento innecesario de cupones del citado "sorteo". Así, y de forma general, evitaremos en la medida de lo posibles corredores "coronados" por amenazantes cornisas, pendientes de entre 30-45º, vertientes de sotavento, laderas convexas, donde la tensión de la placa es mayor, palas homogéneas y amplias, laderas muy soleadas y salidas de conos de avalancha. Por el contrario, progresaremos preferentemente por aristas y lomas (siempre que no provoquemos la ruptura de posibles cornisas), vertientes venteadas, laderas de relieve ondulado, palas con presencia de grandes rocas y bosques maduros.
PREVENCIÓN
Conocidos los factores generadores de riesgo y las zonas y periodos más propicios, queda actuar en consecuencia adoptando en cada momento un comportamiento acorde con el peligro evaluado.
EN CASA
La primera tarea se hace desde casa y se refiere a la consulta, tanto de la predicción meteorológica como del parte sobre el peligro de Aludes. Cabe recordar que desde la pasada década existe una Escala Europea de Riesgo de Aludes. Dicha escala consta de 5 grados, donde el 1 es un riesgo mínimo y el 5 un riesgo máximo y generalizado. A cada grado acompañan unas indicaciones y unas recomendaciones.
EN CASA
La primera tarea se hace desde casa y se refiere a la consulta, tanto de la predicción meteorológica como del parte sobre el peligro de Aludes. Cabe recordar que desde la pasada década existe una Escala Europea de Riesgo de Aludes. Dicha escala consta de 5 grados, donde el 1 es un riesgo mínimo y el 5 un riesgo máximo y generalizado. A cada grado acompañan unas indicaciones y unas recomendaciones.
Con una simple llamada a cualquiera de los servicios de nivología obtendremos una información fundamental acerca del grado de riesgo y de su distribución geográfica dentro de la zona en la que planteamos nuestra salida. Un estudio de mapas y guías especializadas contribuirá además a aumentar nuestra información y a plantear de antemano alternativas y retiradas (siempre "honrosas").
SOBRE EL TERRENO: ACTITUD Y COMPORTAMIENTO
Una vez calzados los esquís o empuñando piolets, nuestro actitud será siempre atenta y observadora. La búsqueda de los citados indicadores de riesgo no debe convertirse en una obsesión, pero cierto estado de alerta nos desposeerá de alguno de los cupones que se nos ha otorgado por el simple hecho de no habernos quedado jugando al ajedrez. Observaremos por tanto, el estado y la evolución de la nieve, el cambio del manto nivoso en función del terreno, la presencia de cornisas y ventisqueros, el desencadenamiento de aludes espontáneos, realizaremos con frecuencia el comentado "test del bastón". Replantearemos constantemente nuestro itinerario en función del relieve y de los riesgos evaluados, eligiendo en cada momento el lugar menos peligroso y la protección de grandes rocas o árboles.
ALARMA ROJA.
Si a pesar de todas las previsiones y nuestra prudente actitud intuimos un riesgo evidente, o no podemos evitar un tramo peligroso, una ladera excesivamente cargada de nieve, extremaremos las medidas y nos prepararemos para lo peor.
En primer lugar, respetaremos una distancia entre los componentes del grupo (más de 10 m); mientras el "conejillo de indias", cargado con un abultado número de cupones del sorteo de aludes, se aventura a atravesar dicho tramo, el resto permanecerá vigilante en un lugar protegido y dispuesto a salir en ayuda si se produce la avalancha. En la medida de lo posible atravesará el tramo por el lugar más alto, y progresará por la línea de máxima pendiente, minimizando así el riesgo a cortar una placa. Previamente nos desabrocharemos las correas de mochilas, bastones, esquís, dragoneras de piolet, con la clara idea de poder actuar con la mayor libertad posible de movimientos. Además de abrigarnos bien, tendremos la precaución de taparnos la boca y nariz con un pañuelo o similar.
Confiamos en que esto que has leído contribuya a que no seas tú el que experimente la que debe ser una sensación poco agradable de verse enterrado bajo un helador manto de nieve.
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