Se denomina entrenamiento de larga distancia al entrenamiento que se lleva a cabo durante muchos kilómetros y la realización del mismo se hace a un paso fácil y constante. Tiene que durar más de dos horas para que se considere entrenamiento de larga distancia. Si el corredor es debutante se considera larga distancia aquella que dure más de 1.30 horas.
Lo que conseguimos con la carrera de larga distancia es que nuestra capacidad aeróbica mejore y también nuestra resistencia muscular. Otra de las mejoras que provoca este tipo de carreras es que se fortalece el corazón, aumenta el número y el tamaño de los vasos sanguíneos, los músculos se ven fortalecidos así como las articulaciones y las piernas. El cuerpo en esta modalidad aprende a utilizar la grasa como combustible y aumenta la confianza del corredor en sí mismo.
Para que una carrera sea considerada como larga distancia es importante que dure más de dos horas. Si se aumenta más de 15 minutos a la semana el corredor podría lesionarse. Si hablamos de entrenamiento el correr más de 24 kilómetros se puede considerar larga distancia y correr más de 32 kilómetros podría traer aparejado lesiones serias. La carrera de larga distancia tendría que ser el 20 % del volumen semanal de entrenamiento.
No es conveniente hacer más de una carrera de este tipo por semana, siendo lo más indicado hacer carreras de larga distancia tres semanas y la cuarta descansar. Además el día anterior es conveniente realizar una carrera corta que no suponga más del 10 % del volumen semanal y el día después a una carrera de larga distancia, un entrenamiento corto a paso lento.
¿Cómo llegan a la meta los corredores de larga distancia?
Seguro que alguna vez nos hemos preguntado cómo lo hacen los corredores de larga distancia para llegar a la meta sin antes ser abatidos por la fatiga.
Pues la respuesta no puede ser otra que con entrenamiento constante y un gran esfuerzo por parte de su cuerpo. Pero un grupo de investigadores ha revelado algunos de los secretos que permiten a los corredores llegar a la meta.
Al parecer, el ritmo cardíaco se incrementa en el corredor de manera muy controlada y en proporción a la distancia recorrida, lo cual es positivo porque no pone en riesgo de muerte a los atletas.
Es decir, los corredores pueden administrar la carga que se incrementa sobre su cuerpo en cada entrenamiento, y esto, permite reevaluar constantemente los niveles de fatiga. Los atletas negocian permanentemente con su propio cuerpo, evaluando así el nivel de fatiga que sienten.
Entonces su cuerpo ajusta involuntariamente el ritmo del esfuerzo que están realizando para asegurarse que la fatiga no socave su carrera e impida llegar a la meta.
Los especialistas en el tema aseguran que no podemos abusar de los músculos, sino que el hacer algo repetitivamente permite al organismo optimizar su funcionamiento para evitar lesiones.
Concluyendo, los músculos son regulados inconscientemente por el cerebro, que previamente fue aprendiendo la duración de cada evento y cómo optimizar sus recursos para que el corredor de larga distancia pueda llegar a la meta sin fatigarse ni lesionarse antes de tiempo.
Finalmente, nuestra respuesta tiene gran parte en el funcionamiento del sabio cuerpo de los corredores, pues sin un adecuado entrenamiento, descanso y alimentación, el cerebro no sabría cómo actuar ante un evento de grandes magnitudes, como son las carreras de larga distancia.
Como dice el estudio, debemos “enseñarle” a nuestro organismo cuánto deberá soportar y cómo manejarse para prevenir consecuencias indeseadas.
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